Queridos amigos,
mi querida Sabine, tras una larga y grave enfermedad, volvió a convertirse en polvo de estrellas en junio, poco antes de cumplir 80 años. Sin embargo, seguimos charlando alegremente sobre nuestros 53 años de vida juntos. Tras cumplir con diversos trámites, la Oficina de Orden Público de Salzburgo me permitió llevarme su urna a casa, tal y como nos cuidamos mutuamente durante toda nuestra vida. El recipiente, hecho de madera de pino cembro de Estiria, se encuentra en el salón, cerca de la calefacción, ya que últimamente mi mujer siempre tenía un poco de frío.
En el diseño de nuestra página web, Sabine se encargó de la traducción al inglés y la corrección de mis novelas. Con ello, me evitó algunos errores imprudentes, como una similitud demasiado evidente en la descripción de personalidades aún vivas de mi ciudad natal, en el principado de Schaumburg-Lippe. Sin ella, lamentablemente no será posible terminar y publicar las dos obras que aún faltan del cuarteto Snakie, que se encuentran en proceso de elaboración. Como tantas otras cosas en nuestras vidas que, por razones de todo tipo, tuvieron que quedar inconclusas.
En cuanto al polvo de estrellas, cabe destacar la maravillosa y reconfortante entrevista con la astrofísica Kathrin Altwegg, de la Universidad de Berna.
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Harald V. Bergander
¡Hola, buenos días!
Alguien que con una serie de clics haya llegado hasta aquí a través de Internet, sin duda lo habrá hecho con ciertas expectativas que luego pueden ser cumplidas o
frustradas.
Un escritor nunca puede ser inmune al hecho de haber presentado un texto decepcionante. Pero no debería estar obligado a justificarse por ello. La literatura sin concesiones y seriamente escrita conlleva riesgos incalculables tanto para el emisor como para el receptor.
Una historia larga, diseñada al cabo de muchos años y modificada innumerables veces, que se publica a falta de una denominación más precisa como novela, puede contener pasajes de texto discontinuo o insuficientemente elaborado. Tal vez sería conveniente actuar como los escritores del Romanticismo alemán: apartar la pluma de la mano y buscar a los protagonistas en su propio entorno. Para saber de qué manera se podría desarrollarse la trama. Esta hazaña de la imaginación no siempre funciona. Algo queda incompleto. Desde mis libros de infancia y juventud recuerdo tales carencias. Mi madre, amante de la buena literatura, solía decirme que era como el punto ciego en el ojo, el nudo donde los nervios giran hacia nuestro aparato sensorial. Tiene que estar ahí. Si no, no veríamos nada.