Harald V. Bergander

 

 

 

 

 

¡Hola, buenos días!

Alguien que con una serie de clics haya llegado hasta aquí a través de Internet, sin duda lo habrá hecho con ciertas expectativas que luego pueden ser cumplidas o frustradas.

 

Un escritor nunca puede ser inmune al hecho de haber presentado un texto decepcionante. Pero no debería estar obligado a justificarse por ello. La literatura sin concesiones y seriamente escrita conlleva riesgos incalculables tanto para el emisor como para el receptor.


Una historia larga, diseñada al cabo de muchos años y modificada innumerables veces, que se publica a falta de una denominación más precisa como novela, puede contener pasajes de texto discontinuo o insuficientemente elaborado. Tal vez sería conveniente actuar como los escritores del Romanticismo alemán: apartar la pluma de la mano y buscar a los protagonistas en su propio entorno. Para saber de qué manera se podría desarrollarse la trama. Esta hazaña de la imaginación no siempre funciona. Algo queda incompleto. Desde mis libros de infancia y juventud recuerdo tales carencias. Mi madre, amante de la buena literatura, solía decirme que era como el punto ciego en el ojo, el nudo donde los nervios giran hacia nuestro aparato sensorial. Tiene que estar ahí. Si no, no veríamos nada.