El lujo de escribir

 

 


En treinta años, he escrito siete novelas junto con mi trabajo profesional. No he recibido ninguna ayuda institucional ni patrocinio.


A principios de la década de 1980, los editores todavía prestaban atención a los manuscritos de autores desconocidos. Los rechazos se formularon en más de tres líneas y fueron bastante instructivos y útiles. A partir de los años 90, el interés por manuscritos de escritores desconocidos se extinguió rápidamente. Los pequeños trozos de papel, que yo había colocado hábilmente entre las páginas, seguían en el mismo lugar cuando el manuscrito volvió a casa. De esto concluí que nadie había movido nada y probablemente no había leído una sola línea.

 

Con los innumerables manuscritos que se ofrecen a las editoriales hoy en día, es pura casualidad cuál de los autores, por muy excelente que escriba, consigue llamar la atención de los lectores.

 

Los autores que aceptan contribuir a los costes de publicación de sus obras deben esperar sumas exorbitantes. La publicación de Snakie – Diana ha sido valorada hace unos años por una editorial con sede in Berlín por el volumen excepcional del texto en 22.500 euros, más los honorarios del lector, estimados entre 8.000 y 12.000 euros.

 

                                                    ~~~

 

La ortografía alemana la aplico en todos mis textos según Duden, Deutsche Rechtschreibung, 20ª edición 1991. Me permito algunas modificaciones en el ya de suyo oscilante uso de escribir verbos compuestos en una o dos palabras. Pasajes de texto en lenguas extranjeras están revisados a lo mejor de mi conocimiento. Allí la mayoría de substantivos está escrita con minúscula. En el uso de neologismos del siglo XXI confío en la más frecuente variante encontrada por los motores de búsqueda en Internet.


Para cualquier consejo sobre las faltas de ortografía, agradezco de antemano a quien le interese. Los años cincuenta y sesenta fueron hace mucho tiempo. Sin embargo, parece que vuelven a estar de moda. Sea como fuere, a la memoria le gusta jugarnos malas pasadas en cuanto a la exactitud factual u ortográfica de textos.